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viernes, 18 de diciembre de 2015

¿Por qué nos cuesta trabajo ser honestos?



¿Han notado últimamente que muchas personas están hartas de que les mientan?
 Algunas otras   prefieren escuchar lo que los demás piensan, aunque no sea agradable o no estén de acuerdo al grado de situarse en la apatía.

La verdad es el camino que nos ayuda a descubrirnos y conocernos.   Saber lo que   realmente queremos de la vida, precisa de un   proceso constante de experimentación. Para ser auténticos requerimos de mucho valor para enfrentarnos a todo lo que no somos, dejando de reflejarnos en los demás.  Muchas personas temen a la crítica y prefieren reprimir sus deseos. Quien   juzga una cualidad o defecto ajeno, en el fondo admira lo que “el otro” sí se atreve a manifestar porque tiene el valor   de atreverse a “ser el mismo.”

Lo que nos causa muchos conflictos en las relaciones humanas es no respetar las diferencias entre razas, religiones, políticas, culturas, clases socioeconómicas, ideologías, preferencias y creencias. Lo que a una comunidad le parece normal --como los jeques árabes—que tienen 20 esposas, a otros les puede ofender como a los católicos, cristianos, testigos de Jehová, etc, etc, que lo consideran adulterio.


La aceptación es un requisito para sentirse perteneciente algún medio, por lo que muchas veces se reprimen las verdaderas cualidades de la personalidad.  La especie humana necesita pertenecer a núcleos que compartan sus gustos y delirios.   Cuando aprendamos a conocernos, a decir lo que pensamos y a respetar lo que los demás expresan, seremos una sociedad con un criterio evolucionado que busque el bienestar común; porque habría libertad para ser quienes queremos     ser,  como  son los niños.

Nos cuesta decir la verdad porque es difícil descubrirla, requiere la mutua honestidad para aceptarla y conciencia para asumirla.   Guiarnos  unicamente  por  las  apariencias  es  una  manera  còmoda   de  navegar  por  el  mundo. 

Es muy distinto admirar el mar   desde la superficie, que cuando nos sumergimos en su profundidad.

“Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”
San Agustín.
 


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